En las estanterías de mi despacho,
una niña feliz canta una nana,
con las piernas cruzadas y en el suelo,
rodeada de lápices de colores.
Sonríe, me pregunta,
qué me gustaría que ella dibujara.
Le digo que haga una casita mágica
que nos proteja.
Un lugar donde ella y yo
nunca olvidemos el amor, el perdón,
y el respeto por aquellos que amamos.
Se gira, me sonríe, sé que no termina
de comprender mi rápido mensaje.
Mueve una de sus manos y se oculta
detrás de la estantería de los libros.
Manuela Gómez Morgado
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